EL PARCHE DE SOFIA

 EL PARCHE DE SOFIA

Para contar la historia siguiente, comenzar por el contexto histórico particular. Años 90. Transición del fútbol profesional al modelo de la NBA. El funcionario de la franquicia cumpliendo metas por una remuneración jugosa, antes que el jugador del juego lúdico. Primero los resultados, millones en juego, hay que ir a lo práctico y es ganar. El parche quedó atrás. En la Copa Mundo del 94 Brasil es favorito porque “Tiene los mejores”, “Es práctico”, “Brasil es Brasil”. Un silo de individuos talentosos antes que un grupo. El modelo de deportista es Dunga, Brasil es tetracampeón por penales, por uno fallido, pragmático hasta pasarse el límite de la pureza del juego. Dunga levanta el trofeo. Pero “Este es el nuevo fútbol”. “El lirismo murió”.

Por eso aquí en la Liga Fantástica admiramos la selección de Bulgaria de los 90. La antítesis del Brasil del 94. Pero queremos ver primero a Brasil, a los Taffarel, los Romarios, los Bebetos, las estrellas del scratch precedidos por su “branding” en las Ligas de prestigioy en los anuncios de marcas. Pero no se ve la orquesta. Los búlgaros más modestos fueron la Filarmónica, alumbraron más como combinado. Todos juntos ríen, comparten, se acompañan, todos con overol, el potrero en estado puro. El equipo pensando en colectivo, jugando por lo ancho, un ramillete de alternativas para jugar, sin especular, viendo hacia el frente, Milongueros, calés, gitanos, rebeldes, los angelitos infernales de la época. Los nenes de Dimitar Penev. ¿Quién se sabe la formación de memoria? Mihailov, Ivanov, Kiriakov, Houbchev, Zvetanov, Balakov, Lechkov, Borimirov, Stoichkov, Kostadinov, Sirakov. Los vemos desde más antes. Desde antes de México 86.

Las promesas del fútbol búlgaro desde el nene Borislav Mihailov como arquero, figura en México 86 aunque se comió el gol de ensueño de Negrete frente a México. Sirakov, su gol de cabeza en Eliminatorias ante la Francia campeón de Europa de Platini con las figuras del Bordeaux. Así de a poco hasta llegar a Eliminatorias a Estados Unidos. Llegaron todos, el rockero Ivanov, el biondo Kiriakov, Lechkov sin capelú, y el cabeza de playa, el Stoichkov. El encuentro definitivo en Paris, la Francia de Cantoná, Papin, Ginola, favorita para ser campeón del Mundial. El gol de Kostadinov, en el minuto de Dios, el “dim mak”, la estocada, el duelo amargo en los Campos Elíseos, en Fouquet’s, Lido, con sus palacios. Pero merecido, legal, de ley, porque siete meses después, en Dallas Nueva York, a la manera romántica, como el parche, jugando al ataque, como muy pasados de moda para la época, tuvo el encuentro más vibrante del torneo ante Nigeria, escuchado en la voz del legendario Campo Elías Teherán; y después sobrado a semis sobre Argentina y Alemania, los dos finalistas del 90. Aquella escapada de Stoichkov ante la Argentina o aquel vuelo por los aires de Leckkov para anotar de paloma e ir a semi. No pudo ante la Italia de Arrigo Sacchi; Pagliuca, Conte, Costacurta, Benarrivo, Maldini, Donadoni, Casiraghi, Signori, Baggio, la de la zona pura, también pasada de moda por posponer el pragmatismo y el “catenaccio” más de moda y jugar al frente. Hoy a menos de 20 días para el “kick off” en Doha entre Qatar y Ecuador, echamos de menos el parche, como el de los nenes de Sofía.

Como colofón, a finales de los 90 mercantiles de extrema derecha, fue el advenimiento de la Francia de los extracomunitarios que al toque de trompeta de los próceres de todos los tiempos del Escapulario, a las órdenes del gitano Aime Jacquet y con un joven que firmo por Juventus con más melena que Lechkov, llamado Zinedine, para los amigos “Zizou”, recuperaron el romanticismo perdido y redimieron el fútbol de su pais dándole su primer trofeo Mundial.